En el sur de México, especialmente en Veracruz, Tabasco, Yucatán y el Caribe, existe una tradición decembrina que durante décadas llenó las noches de música, risas y comunidad: La Rama.
Para muchos, escuchar a un grupo de niños, jóvenes o familias completas cantar por las calles era una señal inequívoca de que la Navidad había llegado. Era una fiesta sencilla, espontánea y profundamente mexicana.
Pero hoy, cada diciembre, La Rama se escucha menos. Las calles ya no vibran con las voces infantiles pidiendo “una limosna para La Rama”; en su lugar, predominan avenidas silenciosas y hogares cerrados.
Los niños adornaban una ramita con papel de colores, velas y listones. Salían en grupo, acompañados de guitarras, panderos o simplemente palmas, recorriendo colonias donde los vecinos esperaban estas visitas con dulces, monedas o frutas.
Cada casa abría su puerta como si abriera también un pedacito de su corazón.
Se compartía lo poco o lo mucho, pero siempre con alegría.
La Rama significaba encuentro, seguridad, confianza. Una celebración donde la calle se convertía en hogar y el vecindario en familia.
¿Por qué se está perdiendo?
Las razones son muchas y reflejan cambios profundos en la forma en que hoy vivimos:
- Menos convivencia comunitaria
Antes todos conocían a sus vecinos. Había confianza para que los niños caminaran de casa en casa. Hoy, la vida urbana ha fragmentado ese tejido social: las puertas se cierran, las calles se sienten menos seguras y la convivencia vecinal ya no es tan fuerte.
- Miedo e inseguridad
Uno de los factores más mencionados es la percepción de inseguridad. Las familias temen dejar salir a los niños solos o caminar en grupos por la noche. Lo que antes era inocente, hoy genera preocupación.
- La influencia de nuevas costumbres
Halloween, Santa Claus, los intercambios escolares y las fiestas comerciales han desplazado poco a poco las tradiciones locales. No es que sean malas, pero han restado espacio a prácticas auténticamente mexicanas como La Rama.
- La vida acelerada
Los padres trabajan más horas, los niños tienen menos tiempo libre y la vida cotidiana se llena de actividades. Preparar una rama, ensayar y salir a cantar ya no encaja en la agenda de muchas familias.
- Falta de transmisión generacional
Si una generación deja de vivir la tradición, la siguiente ya no la conoce. La Rama depende totalmente de la transmisión oral, del “vamos, yo te enseño cómo se canta”. Sin esa guía, simplemente desaparece.
Lo que perdemos cuando se pierde La Rama
Perder La Rama es perder más que una canción.
Es perder:
La convivencia espontánea
La alegría de caminar en grupo
La conexión entre vecinos
La creatividad de los adornos hechos a mano
El sentido de comunidad y pertenencia.
También es perder una parte de la identidad del sur de México, una tradición que distingue nuestra manera de vivir la Navidad: cercana, cálida y comunitaria.
¿Se puede recuperar?
Sí. La tradición puede renacer.
Y para lograrlo, solo se necesita lo mismo que hace décadas la mantuvo viva:
- Familias dispuestas a transmitirla
- Escuelas que la enseñen
- Colonias que la apoyen
- Medios y creadores que la visibilicen
- Niños con ganas de caminar y cantar
La Rama no está muerta. Solo está esperando que alguien vuelva a encender su luz.
En tiempos donde la tecnología nos conecta a distancia y la desconfianza nos separa, La Rama es un recordatorio de que la calle también puede ser un espacio seguro, alegre y colectivo.
Quizá este año sea un buen momento para salir, cantar y volver a escuchar en las noches decembrinas aquello que marcó la infancia de tantas generaciones:
“Naranjas y limas, limas y limones…”


Deja un comentario