La ola rosa empezó a llegar a la Plaza de la Constitución desde las 8:30 para exigir a la Corte que frene el plan B electoral.
El Zócalo de la Ciudad de México no fue suficiente para contener a todas las personas que asistieron a la manifestación en contra del plan B electoral y en defensa del Instituto Nacional Electoral (INE).
Las calles que desembocan en el primer cuadro de la capital estaban repletas, al igual que los balcones y azoteas de los edificios que se encuentran frente a Palacio Nacional. Todo estaba abarrotado de ciudadanos que rechazaban los cambios hechos a las leyes electorales.
A pesar de que la cita era a las 11 de la mañana, la gente empezó a llegar desde las 8:30. Algo grande se estaba formando bajo un intenso Sol capitalino, señal de que la primavera está tocando la puerta.
Los organizadores de la manifestación afirmaron que habían asistido más de 500 mil personas –la Secretaría de Seguridad Ciudadana reportó que fueron 90 mil los asistentes a la concentración–.
El 26 de febrero de 2023 los ciudadanos, en su mayoría vestidos de rosa con blanco, le arrebataron por un par de horas el Zócalo al presidente López Obrador.
En un evento inédito, estos cientos de miles de mexicanos llenaron la plaza más importante del país con el propósito claro de pedirle a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) que invalide las leyes con las que López Obrador busca descuartizar al INE.
A las 10:20, 40 minutos antes de los discursos de la periodista Beatriz Pagés y el ministro en retiro José Ramón Cossío, llegó una nueva ola de asistentes que terminó de inundarlo todo.
De la calle de Madero, que mira de frente a Palacio Nacional, salió una estampida de gente que rápido buscaba un hueco en la plancha.
“¡El INE no se toca!”, ¡yo defiendo al INE!”, “¡México, México!”, gritaban y hacían retumbar el centro histórico de la capital.
Ante la inesperada llegada de tantos manifestantes, desde el templete se tuvo que hacer un llamado al reacomodo. “Hay que dar un paso para adelante, hay mucha gente que sigue intentando entrar y tenemos que hacer espacio”.
El Sol intenso, la falta de espacio y la poca movilidad no frenaron la asistencia a esta demostración ciudadana. Nadie quería perderse el momento histórico.
Detractores de la marcha intentaron manchar el acto con una manta con la foto de Genaro García Luna y el logo del PAN, la cual decía: “García Luna no se toca”.
Ni 10 minutos tardó en ser retirada. Manifestantes que se encontraban en los balcones jalaron la tela hasta que quedó colgando de un sólo lado, con lo que ya no se podía ver nada del mensaje original.
En su lugar, se puso un cartel que decía: “El INE no se toca”, lo que fue celebrado por los asistentes.
Ana Lucía Medina, de Sociedad Civil México y organizadora del evento, sostuvo que fue una provocación para manchar al movimiento.
“En días pasados el propio secretario de Gobierno de la CDMX, Martí Batres, grabó un video aquí en el Zócalo atacando esta manifestación y diciendo que queríamos defender a García Luna, cosa que no es cierto (…) venimos a hablar de una exigencia democrática”, señaló.
Una de las asistentes, la señora Mónica, aseguró que más que al INE se tenía que defender el voto ciudadano, ya que “si no lo defendemos, se puede instalar una dictadura”.
Mientras caminaba para encontrar un lugar, la señora le pidió a la ministra presidenta de la Corte, Norma Piña, que “tenga la fuerza, el interés y la garra para sacar adelante la declaración de inconstitucionalidad de estas leyes”.
Por otro lado, Ignacio comentó que la SCJN tiene que entender que también es un órgano político, no sólo judicial.
El señor de barba blanca que se refugiaba del Sol intenso en una de las farolas de la plancha del Zócalo, sostuvo que la Corte tiene la última palabra en avalar políticas que son contrarias a los derechos de la ciudadanía.
“En Estados Unidos hubo un momento de mucha discriminación, y la gente de diferente color de piel se tenía que sentar en partes separadas del camión. Esta fue una decisión de la Corte, pero la cambió por la presión de la sociedad, porque es un organismo político”, sostuvo.
El himno nacional puso punto final a la manifestación. Mientras salía, la gente iba feliz, bailando y celebrando. La misión estaba más que cumplida: el Zócalo se había quedado corto.
Fuente: el financiero
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