Un lamentable incidente ocurrió en la Bahía de Chetumal, donde un cocodrilo atacó y dio muerte a un perro que se encontraba cerca del agua. El hecho, registrado el pasado lunes, generó preocupación entre vecinos y autoridades, ya que pone en evidencia los riesgos de la cercanía entre fauna silvestre y zonas habitadas.
De acuerdo con testigos, el perro llamado “Max”, se acercó demasiado a la orilla cuando fue sorprendido por el reptil. A pesar de los intentos por rescatarlo, las heridas fueron fatales. La situación ha causado conmoción en la comunidad, pues aunque en esta ocasión la víctima fue una mascota, expertos advierten que pudo tratarse de un niño, un adulto mayor o cualquier persona vulnerable.
En Quintana Roo habita el cocodrilo de pantano (Crocodylus moreletii), especie protegida incluida en la NOM-059-SEMARNAT y clasificada como de “protección especial”. Según la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO), este reptil puede alcanzar hasta 3 metros de longitud y se distribuye en lagunas, manglares y ríos, algunos de ellos colindantes con zonas urbanas. Investigaciones del Instituto de Ecología de la UNAM señalan que la pérdida de hábitat y el crecimiento de ciudades en la península de Yucatán han incrementado los encuentros entre humanos y cocodrilos.
Ante este escenario, especialistas recomiendan reforzar la colocación de señalamientos de advertencia en la bahía y otros puntos críticos. De acuerdo con la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (PROFEPA), entre las medidas básicas para evitar ataques se encuentran: no acercarse a la orilla de cuerpos de agua, no alimentar a los cocodrilos, mantener a las mascotas bajo control y reportar cualquier avistamiento a las autoridades locales.
Asimismo, organismos como la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) sugieren la implementación de programas de educación ambiental y monitoreo comunitario, que permitan a la población reconocer la presencia de estos reptiles y adoptar protocolos de seguridad. Esto es clave, ya que según la UICN, la convivencia entre comunidades humanas y cocodrilos en zonas tropicales del continente ha aumentado los incidentes, sobre todo en regiones donde no existe suficiente señalización ni control territorial.
El ataque a “Max” debe ser visto como una alerta para reforzar la prevención en Chetumal. Lo sucedido demuestra la urgencia de combinar acciones de gobierno, expertos y ciudadanía para evitar que un nuevo encuentro cobre la vida de una persona.
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