El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, trató de presionar a Beijing para que abriera sus mercados al ‘pegarle’ a su economía, estrategia que puede ser contraproducente pues podría brindarle a su contraparte china, Xi Jinping, la historia perfecta si las cosas empeoran.
La economía de China ha mostrado signos de desaceleración en los últimos meses, expandiéndose en el tercer trimestre al ritmo más débil desde el peor momento de la crisis financiera en 2009.
Aunque este dato fue pronosticado por el Partido Comunista y los observadores del mercado mucho antes del ascenso de Trump a la Casa Blanca, avivó la ansiedad entre una población que ya está acostumbrada a décadas de crecimiento vertiginoso.
Hasta ahora, Xi se ha desviado poco de su manual de estrategias desde que asumió el poder hace seis años: permitió, de forma gradual, más competencia extranjera en algunos sectores mientras que centralizó el control sobre otros.
Además, las recientes medidas para reafirmar el apoyo a las empresas estatales, detener a Meng Hongwei, jefe chino de Interpol, y legalizar la detención de decenas de miles de musulmanes demuestran que no teme desafiar los llamados para acelerar las reformas de mercado y proteger los derechos humanos.
“En el contexto de la guerra comercial, es probable que Xi refuerce la estabilidad política e ideológica; mostrará tolerancia cero ante cualquier cuestionamiento político y reforzará su autoridad absoluta“, afirmó Suisheng Zhao, director del Centro para la Cooperación China-EU de la Universidad de Denver.
“La presión máxima de Trump no acorralará a Xi. En cambio, funciona como un chivo expiatorio para la desaceleración económica de China”.
Confianza de los inversores, ‘víctima’ de la guerra comercial
La batalla comercial entre las dos economías más grandes del mundo se ha convertido en la prueba de política exterior más importante para Xi, que se produjo poco después de obtener una amplia nueva autoridad sobre el partido y que se derogaran los límites de los mandatos presidenciales.
La confrontación con Estados Unidos generó dudas dentro de los ministerios, universidades y centros de estudios sobre si China podría prevalecer.
Los próximos meses pueden ser cruciales, ya que los aranceles impuestos por la administración de Donald Trump comienzan a afectar y socavar la confianza de los inversores.
Sólo la semana pasada, las autoridades chinas intervinieron para apuntalar los tambaleantes mercados de valores del país y evitar que una salida de capitales de 3 mil millones de dólares ‘infecte’ a la economía en general.
Además se prevén medidas políticas más amplias, que podrían ocurrir durante una reunión anual del partido que se espera para el próximo diciembre.
Una posible reunión con Trump al margen de las reuniones del Grupo de los 20 en Argentina, en noviembre, así como el 40 aniversario de la era de la ‘Reforma y Apertura’ económica de China en diciembre, también brindan a Xi oportunidades para cambiar de rumbo.
Sin embargo, la sensación de incertidumbre aún permanece.
“Todo el mundo está mirando a Xi y a su pequeño grupo de seguidores. Hacia el final de este invierno, cuando veamos los resultados anuales de la economía y sintamos los efectos de la guerra comercial en todos los ámbitos, podremos juzgar si Xi ha usado demasiado su capital político“, consideró Zhang Jian, profesor asociado en la Universidad de Beijing.
Mientras tanto, las disputas de seguridad han alimentado los temores de que la lucha comercial entre China y EU podría evolucionar en una nueva Guerra Fría.
El lunes, Trump se comprometió a gastar más que Beijing en armas nucleares, mientras que dos barcos de guerra de la Marina de Estados Unidos navegaron a través del Estrecho de Taiwán, en una muestra de apoyo militar a la isla gobernada democráticamente y que China considera como parte de su territorio.
Las acciones de Trump le brindan a Xi una estrategia preparada para enfrentar cualquier descontento creciente debido a una desaceleración económica que él hubiera necesitado abordar, independientemente de quién hubiera salido electo como presidente electo de EU.
Ahora, también tiene la opción de apelar al nacionalismo entre un público chino condicionado por décadas de esfuerzos para culpar a las ‘fuerzas externas’ por problemas internos.
Por ahora, las autoridades chinas continúan minimizando la amenaza comercial, aunque el Gobierno acusó en septiembre a Estados Unidos de ‘amedrentamiento comercial’ en un documento de trabajo.
Además, el asesor económico de Xi, Liu He, admitió que el conflicto estaba teniendo un “efecto psicológico”, lo que podría cambiar a medida que avanza el estancamiento de la economía china.
El sitio de noticias Axios, con sede en Washington, publicó el domingo que Trump creía que tomaría más tiempo que sus aranceles tuvieran un impacto en la economía de China y que ganaría influencia en las negociaciones comerciales cuanto más tiempo dure esta situación.
Estados Unidos ha pedido a China que reduzca el apoyo a sus empresas estatales en expansión, que controlan alrededor del 40 por ciento de la producción industrial.
Sin embargo, Xi se movió en la dirección opuesta, pese a que ha ofrecido palabras tranquilizadoras a empresarios privados.
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