A medida que la guerra comercial arrecia, una de las armas más grandes del presidente chino Xi Jinping podría ser el boicot de las marcas estadounidenses por parte de la legión de consumidores de su país.
Sin embargo, Xi también se arriesgaría a sufrir daños colaterales en su país: las operaciones en China de marcas que abarcan desde Coca-Cola y McDonald’s hasta Walt Disney son copropiedad de firmas chinas respaldadas por el Estado.
Uno de los socios principales en China de Coca-Cola es COFCO, respaldado por el Gobierno. Shanghai Disneyland es en parte propiedad de un consorcio local, y la franquicia de McDonald’s en el país está controlada actualmente por el conglomerado paraestatal Citic y la firma de capital privado Citic Capital Holdings.
“La víctima corporativa estadounidense perfecta no existe”, señaló Tom Orlik, economista en jefe para Beijing de Bloomberg Economics. “El número de victorias grandes en términos de golpear al otro tipo, sin golpearte accidentalmente en la cara, es extremadamente pequeño”.
Incluso cuando las compañías chinas no tienen enlaces de propiedad directa con las marcas estadounidenses, Orlik mencionó que los boicots u otras represalias no arancelarias afectarían a los socios locales de esas compañías norteamericanas.
Los primeros disparos en la guerra comercial iniciaron a principios de julio, con la aplicación de aranceles por parte de Estados Unidos a un equivalente de 34 mil millones de dólares en exportaciones chinas. Beijing ha dicho que implementará gravámenes sobre un valor similar a los bienes de Estados Unidos, una medida que Trump advirtió que daría lugar a sanciones adicionales. Esta semana, Estados Unidos se movilizó para bloquear el ingreso de China Mobile a su mercado de telecomunicaciones, argumentando riesgos de seguridad nacional.
“Ya no hay marcha atrás”, dijo Pauline Loong, directora gerente de la firma de investigación Asia-Analytica en Hong Kong a Bloomberg Television.
A diferencia de las acciones abiertas, como la aplicación de aranceles, los boicots de los consumidores chinos aparecen de repente y generalmente siguen la retórica airada de las publicaciones controladas por el Gobierno y las redes sociales. En conflictos anteriores con países extranjeros, ciudadanos chinos irritados por la cobertura de noticias nacionalistas, boicotearon marcas internacionales de alto perfil como Toyota Motor y Hyundai Motor, perjudicando las ganancias corporativas de esas compañías e impulsando el apalancamiento chino.
Las importaciones de productos chinos en Estados Unidos totalizaron 505 mil millones de dólares en 2017, mientras que China solo importó 130 mil millones de EU, lo que limita la capacidad de Xi para responder con sanciones al estilo ojo por ojo. Sin embargo, las empresas estadounidenses vendieron 280 mil millones de dólares en bienes y servicios en China el año pasado a través de sus subsidiarias locales, según Deutsche Bank.
Eso crea un gran objetivo.
“Ningún producto de Estados Unidos vendido en China o una compañía estadounidense invertida en China puede considerarse seguro contra represalias”, comentó Yanmei Xie, un analista de políticas de China para Gavekal Dragonomics en Beijing.
Además de los boicots, las autoridades chinas podrían considerar crear costosos cuellos de botella administrativos para las importaciones estadounidenses o imponer medidas punitivas contra las empresas de ese país que operan en China, detallaron analistas de la firma de investigación TS Lombard en una nota del 20 de junio.
Hasta el momento, los medios controlados por el Gobierno han dicho poco sobre cómo los consumidores deberían responder a una guerra comercial con Estados Unidos.
Las marcas de consumo prominentes como McDonald’s y KFC han sido objetivos fáciles en el pasado, con miles de restaurantes en todo el país.
Pero desde las manifestaciones antiestadounidenses de 2016 dirigidas a esas cadenas con llamados a boicots, los dueños estadounidenses de ambos gigantes de comida rápida han vendido el control de sus operaciones chinas.
McDonald’s, con sede en Oak Brook, Illinois, posee solo el 20 por ciento de su homónimo chino, y vendió el resto en julio del año pasado al conglomerado respaldado Citic y otros inversores respaldados por el Gobierno de China.
Yum! Brands, con sede en Louisville, Kentucky, ya no es propietaria de los negocios KFC y Pizza Hut en China, tras haber separado Yum China Holdings en 2016. Mientras tanto, en abril de 2017, Coca-Cola vendió todos sus activos embotelladores de China a COFCO y Swire Pacific, empresa que cotiza en Hong Kong.
Los consumidores que intenten castigar a Trump alejándose del parque temático de 5.5 mil millones de dólares de Disney en Shanghai terminarían perjudicando a las compañías chinas porque la firma estadounidense es solo un accionista minoritario allí. Un consorcio estatal, el Shanghai Shendi Group, posee el 57 por ciento del complejo que abrió en 2016 y atrajo a más de 11 millones de visitantes en su primer año.
Entonces, los consumidores que buscan castigar a una marca estadounidense también podrían estar penalizando, sin saberlo, a una china.
Ese puede ser un precio que Xi está dispuesto a pagar, especialmente porque no es el único que enfrenta el riesgo de daños colaterales. Los esfuerzos de Trump para castigar a China dañarán los negocios de Estados Unidos y sus agricultores perderán si el gigante asiático encuentra otros proveedores de productos básicos como la soya.
Y no todas las marcas estadounidenses tienen socios chinos, por lo que Beijing podría simplemente elegir algunas.
Un tribunal chino que dicta sentencia en un caso por disputa de patente emitió un fallo judicial preliminar que prohíbe al fabricante estadounidense de semiconductores Micron Technology vender 26 de sus productos en China, según un comunicado emitido recientemente por su rival taiwanés United Microelectronics. Micron dijo que no fue notificado con la orden judicial y no hará comentarios hasta que lo haga.
Si los lazos políticos se deterioran drásticamente, muchos chinos que buscan hacer su parte en la guerra comercial probablemente no se preocupen demasiado por quién posee qué, según Bruno Lannes, socio de la consultora Bain & Co., con sede en Shanghai.
“No estoy seguro de que los consumidores chinos comprendan realmente la estructura de propiedad de las empresas que hacen negocios en China”, explicó.
“Si se les dice que se trata de una empresa estadounidense o un producto estadounidense, entonces lo aceptarían incluso si la participación mayoritaria es propiedad de una empresa china”.
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