Nueve años atrás, el empresario español Javier Goyeneche libraba una batalla perdida para salvar a su compañía de calzado del vendaval económico. Hoy tiene una nueva empresa que fabrica prendas de los residuos plásticos recuperados del océano y está a punto de duplicar sus ingresos por segundo año consecutivo. “Inicié Ecoalf en medio de la crisis y fue difícil”, cuenta. “Tenemos clientes muy leales, y el boca a boca ha sido realmente bueno para nosotros. Ayuda que la situación económica es positiva”.
Se refiere, por supuesto, a la recuperación de la recesión más profunda que ha atravesado España en medio siglo, provocada por un colapso inmobiliario. La producción económica se redujo casi un 10 por ciento entre 2008 y 2013, lo que llevó al país a buscar un rescate de 41 mil millones de euros de la Unión Europea. Pero si uno se pasea hoy por Madrid, advierte nuevas tiendas, restaurantes y automóviles último modelo. Seseña, a media hora en auto de la capital, solía ser un pueblo fantasma de urbanizaciones residenciales a medio construir y calles vacías. Hoy los apartamentos se están ocupando y los funcionarios locales ya proyectan un parque industrial.
Incluso la abrupta destitución del presidente Mariano Rajoy no pudo sacudir la confianza de los inversionistas en que la recuperación de España es real, mientras que la de Italia se ve cada vez más frágil. Los rendimientos de los bonos del Gobierno español están cerca del nivel que reportaban antes de que el Congreso destituyera a Rajoy el 1 de junio. Los distintos derroteros que han tomado ambos países mediterráneos se reflejan en la diferencia de su deuda soberana a diez años, la más amplia desde 2012.
La reforma del mercado laboral iniciada por el gobierno de Rajoy en 2012 ayudó a sentar las bases para la recuperación económica, aunque su impulso se frenó después de que su partido de centro derecha perdiera la mayoría en 2015. El nuevo presidente, Pedro Sánchez del Partido Socialista, es amigable con los mercados en general, si bien quiere fortalecer el poder de negociación de los sindicatos.
“Este crecimiento saludable continuará”, dice Ignacio de la Torre, economista jefe de Arcano Partners, un banco boutique de inversión en Madrid. “La economía española está inmersa en un círculo virtuoso de disminución del desempleo, recuperación de salarios, aumento del consumo y tendencias positivas en el sector inmobiliario”.
Es cierto, los fundamentos no han lucido tan bien en años. La Comisión Europea prevé un crecimiento de casi el 3 por ciento en 2018, lo que representaría un quinto año consecutivo de expansión. La construcción y el turismo fueron los motores del último resurgimiento de España, pero esta vez las exportaciones están impulsando gran parte del crecimiento: alcanzaron un máximo de 277 mil millones de euros en 2017, un incremento de casi 9 por ciento respecto al año anterior.
España es sede de varias multinacionales, entre ellas el gigante textil Inditex, la energética Repsol y el Banco Santander, pero en general sus empresas han sido menos agresivas en la búsqueda de oportunidades en el extranjero que las empresas de otros países europeos. “En el pasado, las exportaciones eran vistas como una opción para tiempos de crisis cuando no podías confiar en el mercado interno, pero ahora las empresas ven las exportaciones como algo que tienen que hacer todo el tiempo”, dice Emilio Ontiveros, fundador de la firma de consultoría Analistas Financieros Internacionales.
Ecoalf es un ejemplo emblemático de esta nueva actitud. Tras fundar la empresa en 2012, Goyeneche comenzó a probar su concepto con un grupo de seis pescadores en la costa mediterránea cerca de Valencia. Los hombres sacaban residuo plástico del fondo marino, que era reciclado para convertirlo en ropa, zapatos y bolsos. La compañía de 30 personas recogió unas dos toneladas de plástico el año pasado, y su línea abarca más de 300 artículos. Casi la mitad de sus ventas se producen fuera de España.
Gestamp Automoción, fabricante de componentes para automóviles, ha aprovechado el estatus de España como la segunda mayor industria automotriz de Europa, detrás de Alemania, para ganar negocios en el extranjero. El año pasado, la compañía abrió centros de investigación y desarrollo en China, Japón y Estados Unidos, y más del 80 por ciento de sus ingresos son internacionales.
“Hubo un tiempo en que decir que una empresa estaba localizada en España asustaba a los inversionistas. Lo vi de primera mano”, dice Carmen de Pablo Redondo, quien trabajó en el extranjero durante 11 años, incluso en la banca de inversión de Morgan Stanley en Londres, antes de unirse a Gestamp en 2013 como directora de desarrollo corporativo y relaciones con inversionistas. “Ahora es al revés. Una empresa española es vista como parte del motor económico de Europa”. En el tiempo que Pablo lleva en la compañía, la plantilla de Gestamp ha aumentado más del 40 por ciento para alcanzar 41 mil 48 empleados en 2017.
La recuperación de España no está completa. La crisis de la vivienda dejó como legado un sobreendeudamiento hipotecario, en su mayoría a tasa variable. El aumento en los precios del crudo es otro punto negativo, porque el país depende del petróleo importado. Y aunque el desempleo está muy lejos de su punto máximo durante la recesión, aún supera el 16 por ciento.
Sin embargo, no se puede negar que la economía está en una mejor posición. “Es sorprendente, sobre todo si recuerdas lo que pensábamos hace cinco años”, dice Nicolás López, director de inversiones de la correduría MG Valores en Madrid. “Las cosas han salido mucho mejor de lo que podríamos haber predicho”.
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