Las reuniones políticas mexicanas tienen sus rituales. Andrés Manuel López Obrador, virtual presidente electo de México, no se molestó en respetarlos.
La primera vez que López Obrador se sentó con un equipo de transición tras su histórica victoria electoral del pasado 1 de julio, se embarcó directamente en un discurso de cuatro horas.
No hubo interrupciones para comer, beber café o incluso tomar agua. Sus colaboradores dicen que supusieron todo el tiempo que anunciaría una pausa. Nunca llegó.
Para cuando terminó, su audiencia tenía clara una cosa: puede que el virtual presidente electo, de tendencia izquierdista, no asuma su puesto hasta diciembre próximo, pero planea poner en marcha su programa político con efecto inmediato en todas las cuestiones.
Esos temas van desde las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), hasta las licitaciones petroleras y el presupuesto para el año próximo.
Básicamente, López Obrador se ha puesto en el asiento de codirector del país.
“Ha eclipsado totalmente al Gobierno actual, y la percepción es que ahora participa en la toma de decisiones”, dijo Andrew Selee del Instituto de Política Migratoria de Washington.
“Fue una victoria muy contundente. La energía está concentrada por completo en el nuevo Gobierno”, agregó.
Esto fue visible la semana pasada cuando el equipo de López Obrador anunció que se reuniría con dignatarios estadounidenses en su casa de transición, entre los que se contaba Mike Pompeo, secretario de Estado estadounidense.
La confirmación del despacho del presidente Enrique Peña Nieto, cuyos niveles de aprobación están clavados en mínimos históricos, llegó sólo más tarde: Sí, el mandatario actual también mantendría también conversaciones con los estadounidenses.
Oficialmente AMLO ni siquiera es el presidente electo de México. Ese paso podría producirse en cualquier momento antes del 6 de septiembre, plazo que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación tiene para ratificar los resultados de la votación.
Las expectativas apuntan a que el tribunal no esperará tanto tiempo. Los escrutinios anteriores fueron discutidos, pero no hay dudas con respecto a éste.
López Obrador aplastó a sus rivales, con más del 50 por ciento de los votos y el doble de sufragios con respecto al excandidato presidencial Ricardo Anaya, quien quedó en segundo lugar.
La declaración del tribunal marcará el comienzo del período formal de transición. Es el momento en que el exjefe de Gobierno, según dice, podría comenzar a analizar un proyecto contra el cual arremetió por despilfarrar dinero del Estado: el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM), cuyo costo se estima en 13 mil millones de dólares.
Su primer impacto en las negociaciones por el TLCAN podría producirse más o menos al mismo tiempo. Cuando se reanuden las negociaciones, quizá en agosto, se prevé la inclusión de gente de López Obrador, entre ellos Jesús Seade, quien sería su jefe negociador
“No con un papel formal sino de consulta”, aclaró Andrew Selee. Aunque la administración actual siga a cargo en los papeles, dijo, “lo que acuerden debe ser aprobado por el nuevo Gobierno. De lo contrario, no irá a ninguna parte”.
López Obrador también ha cuestionado el impacto que tiene el TLCAN en los productores agrícolas mexicanos.
Durante su campaña, prometió reactivar los motores de crecimiento locales, con una mayor inversión estatal, y beneficios sociales y menos énfasis en las exportaciones. Pero también se ha comprometido a permanecer en el acuerdo comercial.
La fecha de transición clave probablemente sea el 1 de septiembre, cuando preste juramento el nuevo Congreso de la Unión. La coalición liderada por Morena, el partido del exjefe de Gobierno, obtuvo la mayoría en ambas cámaras.
La semana pasada, López Obrador presentó las medidas que enviará a la legislatura. Figuran, entre otras, la eliminación de la inmunidad para los funcionarios electos, un salario mínimo más alto en las zonas fronterizas y becas para estudiantes de bajos ingresos.
El trabajo y la aprobación de estas reformas se pondrían en marcha antes de la toma de protesta del virtual presidente electo, el próximo 1 de diciembre.
Una transición simple y sencilla
AMLO no debería forzar demasiado las cosas, afirmó Óscar Mendoza, analista de la consultora Pauta Política.
“Eso no quiere decir que López Obrador no vaya a presionar”, indicó Mendoza. Pero las administraciones saliente y entrante han indicado que “quieren una transición lo más simple posible”.
Mendoza subrayó una de las reformas clave del Gobierno de Enrique Peña Nieto: la Reforma Energética. López Obrador ha criticado las concesiones por derechos de perforación para compañías extranjeras y afirmó que auditará los contratos, si bien el virtual presidente electo ha enfatizado que no habrá ninguna expropiación.
El próximo 27 de septiembre es la fecha en la que está programada una nueva subasta petrolera, en la que se ofrecerán 40 áreas para exploración, alguna de ellas en la cuenca de Burgos, rica en gas de esquisto.
Un mes después Pemex, presente en gran parte de los planes económicos de López Obrador, tiene programado escuchar propuestas de empresas privadas para colaborar en la exploración de siete áreas en tierra.
Detener esas subastas “aún no está dentro de sus posibilidades“, subrayó Mendoza, pero el exjefe de Gobierno podría buscar imponer algunas condiciones, “que serían hechas lo más públicamente posible”.
Una transición más grande de lo que se imagina
Juan Carlos Zepeda, presidente de la Comisión Nacional de Hidrocarburos, comentó en entrevista que no descartaba un cambio en las fechas o en los términos pues, afirmó, eso ha pasado antes.
“Pero tiene que hacerse de la manera correcta”, aclaró, lo que significaría que en octubre Pemex tendría que pedirle permiso para otorgar las asociaciones estratégicas con otras empresas.
Para el equipo económico del virtual presidente electo, la prioridad es el presupuesto de 2019.
Programado para ser enviado a mediados de diciembre, es probable que esta propuesta sea su primer gran impacto como mandatario, y uno que será observado con atención por los mercados, que se muestran cautos sobre si México, bajo el Gobierno de López Obrador, podría seguir un camino de endeudamiento que devastó las economías de Argentina y Brasil.
A la mañana siguiente del día de las elecciones federales, cuando el conteo de muchas casillas aún seguía en marcha, su equipo de economistas organizó una conferencia vía telefónica para especificar sus planes.
Nada de esto es normal para un periodo de transición en México, pero hasta ahora esta elección tampoco lo ha sido.
Los mexicanos no habían votado por un candidato izquierdista en décadas y raramente han otorgado a un presidente un mandato de semejantes dimensiones.
Por casi un siglo, México ha sido gobernado exclusivamente por dos partidos -PRI y PAN-, cuyos candidatos fueron derrotados de manera contundente el pasado 1 de julio.
“Esta no es una transición de rutina a un candidato o partido diferente”, explicó Selee. “Existe la sensación de que éstas es una transición más grade”.
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